México D. F. a 16 de agosto del 2014.
Democracia Sindical
Año 6. Boletín # 8.
Al presidente de México.
A las autoridades federales.
A los trabajadores petroleros.
Al pueblo en general.
Reproducimos en su totalidad el artículo de Carlos
Fernández-Vega, publicado en la Jornada el 16-VIII-14. Por considerarlo de
importancia en el tema de la reforma energética.
México SA
Refinación: ¡milagro!
Que siempre sí es negocio
La buena idea de Lozoya
Carlos Fernández-Vega
Los milagros no existen, pero de que se dan, se dan. Por
ejemplo, resultó suficiente una reforma” energética, con sus respectivas leyes
secundarias, para que la “abundante pérdida” tornase en suculenta ganancia, y
los “errores injustificados” en “buenas ideas” y doradas “oportunidades para
todos”.
El hecho es que, en una de sus más recientes declaraciones,
Emilio Lozoya, director general de Pemex, divulgó la buena nueva de que ese
consorcio (formalmente ya “empresa productiva del Estado”) importaría petróleo
ligero de Estados Unidos para “impulsar la actividad de refinación en México”,
para lo cual “ya estamos en negociaciones tanto con el gobierno norteamericano
(gringo) y por supuesto con las empresas norteamericanas (ídem) que pudiesen
administrarlo” (el negocio).
Lo anterior, pues, sería no sólo “una muy buena idea”
(Lozoya dixit), sino un verdadero prodigio, porque apenas el 22 de octubre de
2013 el mismo Lozoya advirtió, en plena cumbre de negocios en Guadalajara, que
“invertir hoy en día en refinación es cuestionable, ya que hay capacidad
instalada en exceso a nivel mundial”, o lo que es lo mismo, México se
mantendría como importador neto de combustibles, porque producirlos
internamente “no es rentable”.
Pero allí tienen que aprobadas la “reforma” energética y las
leyes secundarias alguna intervención sobrenatural mandató transformar la
mierda en oro con el fin de armar jugoso negocio para los “norteamericanos”,
quienes no sólo aportarían el petróleo a refinar sino las instalaciones para
hacerlo en territorio mexicano y, desde luego, los productos a vender para
atender la demanda nacional, algo que, según decían, “es cuestionable” por “no
ser rentable”. Entonces, es un milagro por donde quiera verse.
México acumula tres décadas y media sin incorporar una nueva
refinería. La más joven del sistema nacional de refinación data de 1979, y como
se ha documentado en este espacio los seis gobiernos neoliberales rotundamente
se negaron a construir una sola, porque, pretextaron, sería “una pérdida
injustificada de recursos públicos” y “un grave error”, amén de que este tipo
de plantas industriales “no son negocio”. Y así han transcurrido 35 años,
mientras años tras año crecía la importación de petrolíferos y el precio de los
combustibles.
De Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, ningún gobierno
movió un dedo para evitar, o cuando menos contener, la creciente dependencia
externa de petrolíferos. A la urgente necesidad de construir nuevas refinerías,
todos ellos “respondieron” con “remodelaciones”, “actualizaciones” y
“modernizaciones” de las plantas existentes (incluso cancelaron una, la de
Azcapotzalco, y no hubo remplazo), pero tardaron tanto en concluirlas que al
reinaugurarlas resultaron ya obsoletas.
Y la frase machacona fue: “sería un grave error construir
refinerías en el país, pues no es financieramente un buen negocio”, de tal
suerte que si los mexicanos saben contar, pues que no cuenten con una nueva. Y
cumplieron, pero a un costo verdaderamente exorbitante por las dos vías: la
creciente dependencia externa y el permanente aumento de precios internos de
los combustibles.
Desde luego que ello no fue un buen negocio para México y
los mexicanos, pues la política adoptada por los seis gobiernos neoliberales
implicó una permanente sangría económica, pero sí lo fue, y extremadamente
rentable, para las refinería foráneas, porque tan sólo en los sexenios de Fox y
Calderón, más el primer año y medio de Peña Nieto, de las arcas nacionales
salieron cerca de 200 mil millones de dólares (80 por ciento de ese monto
corresponde a la docena trágica panista) para importar petrolíferos.
Así, lo que a principios de siglo se importaba en un sexenio
(el de Fox, poco más de 30 mil millones de dólares), hoy se importa en
prácticamente un año (el primero de EPN, 25 mil 706 millones; ambas, cifras de
Pemex), y esa catarata de dinero fue a parar a las empresas refinadoras con las
que hoy negocia la dirección de Petróleos Mexicanos para que se instalen en el
país, por mucho que a lo largo de tres décadas el gobierno mexicano aseguró que
“no es negocio” construir plantas de refinación en el país (¿para quién no es
negocio?).
Aquí se ha comentado que con ese río de dinero y en igual
periodo fácilmente se habrían construido no menos de tres grandes refinerías
del Estado, con lo que se habría detenido la importación de combustibles, la
sangría económica y la dependencia externa, y todavía sobraría una buena
cantidad para invertir en otras áreas. Pero con el pretexto de que “no es
negocio”, el gobierno actuó en sentido contrario en beneficio de las
trasnacionales, las mismas que ahora, como “una muy buena idea” (Lozoya dixit),
llegarán al país para, entre otras tantas cosas, construir refinerías, producir
combustibles y venderlos en territorio nacional. En síntesis, de acuerdo con la
versión oficial, las refinerías propiedad del Estado son una mierda, y las
refinerías privadas una inagotable veta de utilidades, amén de genial idea.
En el recuento, con Fox en Los Pinos, México (cifras de
Pemex, insisto) importó petrolíferos por un total de 30 mil 254 millones de
dólares, un crecimiento sexenal de 175 por ciento, Con Calderón el monto
sexenal acumulado por el mismo concepto fue de alrededor de 130 mil millones de
billetes verdes (más de 400 por ciento de aumento), y cerca de 40 mil millones
en los primeros 18 meses de Peña Nieto. Y no construyeron una sola refinería.
Entonces, refinerías del Estado no, porque “no son negocio
ni son rentables”, amén de que invertir en ellas sería “una pérdida
injustificada de recursos públicos y un grave error”. Pero refinerías privadas
sí, porque “es una muy buena idea” y le clavarán el colmillo a un negocio
valuado –sólo este segmento– en alrededor de 30 mil millones de dólares
anuales. El milagro privatizador lo puede todo, según sus promotores, como el
converso Lozoya comprenderá.
Las rebanadas del pastel
Viva Sonora: el “gobernador” panista Guillermo Padrés
pretende despojar millones de metros cúbicos de agua a los yaquis, a quienes
hostiga y reprime, pero el mismo personaje humilde y solícitamente se agacha y
se pone al servicio de Germán Larrea (el de Pasta de Conchos) y su Grupo México
tras el ecocidio cometido por este corporativo en los ríos Bacanuchi y Sonora,
y lo elogia, porque “tiene buena voluntad” para “atender el problema”, a pesar
de que deliberadamente ocultó el derrame de 40 mil metros cúbicos de ácido
sulfúrico.
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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